Como consecuencia de los efectos secundarios de los tratamientos de quimioterapia se produce esencialmente una profunda deshidratación, y debido a ella un gran aumento de la sensibilidad.
En algunos casos, se produce un desequilibrio entre el aporte de líquidos y la eliminación de los mismos, con el consiguiente efecto de una hiperhidratación (exceso de hidratación e hinchazón).
En ocasiones pueden aparecer manchas, prurito (picor), acné, enrojecimiento y en casos extremos, el levantamiento de la piel produciéndo una herida (por roce o frotamiento).
Todos estos efectos (junto con la posibilidad de pérdida del cabello y de vello facial en cejas y pestañas) pueden influir en tu estado de ánimo y hacerte sentir que las fuerzas flaqueen aún más.
Prevenir es posible
Un diagnóstico precoz y la inmediata acción de prevención hacen que algunos de estos problemas se minimicen, y otros se lleven mucho mejor.
Cualquier mejoría que pueda parecer trivial, en el aspecto estético no lo es, pues es la diferencia de sentirse cómodo o no, animado o no, positivo ante la enfermedad o negativo. Ahora más que nunca, es importarte que trates adecuadamente tu piel, aplicándote los productos apropiados en cada caso.
Precisamente por el carácter temporal de los tratamientos y por la "memoria " que tiene la piel, no todo es recuperable, y es mejor prevenir. Y aunque durante todo el proceso de quimioterapia, estarás centrado en el aspecto médico, es importante que dediques un tiempo a cuidar tu piel y prevenir los efectos de los tratamientos.
Adelantándote a los cambios
Aunque más adelante nos extenderemos en estos aspectos sobre la piel y el cabello hay que recordar que la pérdida del cabello total o parcial es un efecto secundario que aparece en muchos casos. Si se prevé esta situación, puede ayudarte evitar presenciar la caída y ante todo, tienes la posibilidad de tratar de reconstruir tu imagen con la amplia posticería existente en el mercado, así como una amplia gama de pañuelos de diferentes diseños.
Hay que tener siempre presente que estás viviendo una situación temporal más o menos larga pero temporal. Todas las dudas que te surjan debes tratar de resolverlas con tu médico. No dudes en consultar con él todas aquellas cuestiones referentes a la enfermedad así como sobre los tratamientos.
De forma general, te hablará de una caída o no del cabello y quizás de algún otro efecto estético secundario. Puedes recibir este soporte estético en un centro especializado para que allí se resuelvan todas estas dudas.
Cuidados estéticos antes del tratamiento
Lo ideal es acudir a un centro estético especializado lo antes posible. Allí podrás comentar todas tus preocupaciones estéticas.
Respecto al pelo, es recomendable acudir pronto para poder ver tu imagen, y en caso de decidirte por una prótesis capilar (o peluca), intentar reproducir tu imagen o aprovechar el momento para proponer un cambio. De cualquier manera, está comprobado que siempre es mejor predecir y preparar con tiempo la solución, antes de que se produzca la caída.
Respecto a la piel, debes saber que hay una preparación previa que ayuda a reducir los efectos secundarios. Una adecuada hidratación, un probable cambio de la cosmética habitual por otra más enriquecida en principios hidratantes y oxigenantes, puede disminuir el riesgo de aparción de reacciones cutáneas. En resumen, es el momento para la introducción de nuevos hábitos en el cuidado personal.
Para no perder la forma de las cejas también puedes fijar la forma que tenían, realizando una micropigmentación.
El pelo
La caída del cabello es uno de los síntomas que aparecen más frecuentemente (aunque no en todos los casos), como consecuencia del tratamiento.
Cuando te dicen que vas a recibir quimioterapia o cuando tu médico te hable de los efectos secundarios, siempre te surgirán dudas y preguntas. Quizás la más habitual será “¿Me corto el pelo antes de que se me caiga?”
La decisión será tuya, pero te aconsejamos que no esperes a que se caiga sin tener prevista una solución. En ocasiones se recomienda cortar el pelo antes de que empiece a debilitarse y caerse. Esto evitará el impacto de encontrarte el pelo en la almohada o en el peine. Otra opción es tener preparada una peluca, gorro o pañuelo. Puedes elegir la opción con la que te sientas más cómodo o la que te haga sentir mejor.
La piel
La hidratación es una de las claves para una piel sana. Una piel normal contiene un 70% de agua, de la cual el 13% está en la capa córnea, y es lo que proporciona a la piel su extensibilidad, flexibilidad y permeabilidad.
El agua que forma parte de la piel proviene del interior del cuerpo, del líquido que se bebe y de los alimentos que se ingieren. Transportada por la sangre se difunde en las diferentes capas de la piel. La cantidad de agua de la piel varía ya que factores internos (estrés, desórdenes hormonales, envejecimiento) y externos (frío, viento, exposiciones prolongadas al sol,...) la desestabilizan y merman.
La regulación del equilibrio hídrico se sitúa en la capa córnea, que constituye la protección natural frente al exterior. Frente a las agresiones externas se fragiliza y se vuelve incapaz de realizar sus funciones. La capa córnea cuenta con cómplices que le ayudan a retener el agua: la película hidrolípica y unas moléculas hidrosolubles (NMF-factores hidratantes naturales) que fijan el agua de dicha capa y absorben la que se encuentra en el ambiente, proporcionando así elasticidad a dicha capa.
La deshidratación es un fenómeno que nos amenaza a todos y se produce cuando fallan los mecanismos de regulación y las pérdidas son superiores a los ingresos. En este caso, el papel de los cosméticos consiste en formar una barrera que evite la evaporación y que favorezca la hidratación a través de agentes humectantes.
La tendencia actual de las cremas hidratantes es proporcionar a la piel los medios necesarios para defenderse. De esta forma, permiten reconstituir su “cemento” intercelular y, por tanto, su cohesión interna, reforzando el papel de los factores hidratantes naturales por medio de agentes hidratantes de la misma naturaleza, de forma que las células puedan controlar mejor la pérdida cutánea de agua.
Todas las pieles pierden agua, pero no todas se hidratan de la misma manera; varía según la naturaleza de la piel, las condiciones climáticas y el estado general. Por ejemplo, una piel normal puede volverse seca o muy seca en invierno o después de una enfermedad; una piel grasa puede mostrar signos de deshidratación como consecuencia de un período de estrés, un desarreglo interno o un frío intenso.
Las pieles normales necesitan una crema hidratante ligera y libre de grasa para no taponar los poros. Las pieles grasas, aunque no lo parezca, pueden sufrir deshidratación (oculta por el exceso de sebo). No se debe confundir la secreción sebácea (de origen lipídico) con la secreción sudoral y respiración cutánea, ligadas a la eliminación progresiva del agua a partir de las capas profundas.
Numerosos factores pueden deshidratar una piel grasa: el clima, el agua demasiado calcárea, los cosméticos inadecuados, el aire acondicionado, o los desarreglos hormonales. Para paliarlo se deben utilizar productos hidratantes con pocos lípidos: geles, emulsiones ligeras de aceite en agua y cremas micronizadas.
Las pieles secas necesitan hidratantes protectoras y nutritivas para compensar a la vez la pérdida de agua y la insuficiencia de lípidos. Se pueden utilizar fórmulas ricas, cremas cubrientes y emulsiones agua en aceite.