Hablar de la enfermedad

La familia es el principal soporte del enfermo. El afecto que proporciona y el tiempo que dedican son insustituibles.

 

Por eso, entender cómo reacciona el paciente, por qué lo hace y cómo actuar puede servirnos para apoyarle mejor.

 

La familia: fuente de afecto y cuidados

 

La familia es el principal soporte del enfermo. El afecto que proporciona y la cantidad de tiempo que dedica son insustituibles para el enfermo.

 

Tras el diagnóstico de cáncer, toda la familia tiene que hacer frente a una gran cantidad de decisiones, emociones y cambios en su forma habitual de vivir y convivir. Cada miembro de la familia puede tener un mayor o menor grado de implicación en el cuidado del enfermo, pero lo cierto es que ninguno de ellos puede evitar estos cambios.

El familiar como persona que cuida

Es una situación difícil que requiere una buena dosis de apoyo y colaboración por parte de todos. Lo importante es conseguir que la familia aprenda a vivir y a cuidar día a día.

En numerosas ocasiones, el familiar siente que el enfermo sufre pero no sabe cómo comportarse para que se encuentre mejor. Desconoce o duda sobre cómo cuidarle, cómo apoyarle, qué aconsejarle, cómo hablar sobre sus preocupaciones, sus miedos, etc.

No siempre existen respuestas a estas dudas pero sí puedes poner en práctica algunas ideas que facilitan el cuidado del enfermo. Saber cómo suelen comportarse los enfermos ante el cáncer y la forma en la que podemos actuar para ayudar, son buenas herramientas en estos momentos.

El familiar como persona que debe cuidarse

Convivir y cuidar a una persona con una enfermedad grave conlleva fatiga, problemas físicos, sentimientos de impotencia, de culpa, ira, tristeza, etc. En definitiva, un importante desgaste físico y emocional.

 

 

Diferentes formas de reaccionar ante la enfermedad

 

Conocer las diferentes actitudes que los enfermos pueden adoptar permitirá afrontar la situación con mayor tranquilidad y ofrecer las ayudas más adecuadas para cada caso.

 

¿Es bueno que busque mucha información? 

Algunos enfermos se preocupan por todo, analizan todo lo que leen, lo que les dice el médico, lo que notan en su cuerpo, lo que les cuentan otros pacientes. Esta actitud de continua observación suele provocar angustia, nerviosismo e irritabilidad. 

En estos casos es aconsejable transmitir que cada caso es diferente y lo mejor es que hables y confíes en su médico que es quien posee la información real y adecuada a su caso.

Si se mantienen niveles muy elevados de tensión e irritación, consulta con el médico. Le podrá indicar el tratamiento más adecuado para su caso.

 

Por qué se siente tan abatido? 

Todos los enfermos se sienten abatidos en algún momento. Es normal. Pero hay enfermos cuya actitud habitual es de derrota, piensan que nada depende de ellos, que están en manos de la suerte de los médicos o del destino. Estas personas se sienten indefensas y suelen caer en un estado de desesperanza que les hace deprimirse. Aparece el riesgo de que se conviertan en pacientes pasivos que no colaboran en su tratamiento. 

En estos casos un adecuado tratamiento pautado por un psiquiatra o recibir terapia psicológica puede ser de gran utilidad.  

 

¿Es bueno que se comporte como si nada hubiera ocurrido? 

Otros pacientes actúan como si no hubiera pasado nada. Su forma de enfrentarse a la enfermedad es restarle importancia. 

Si el enfermo no se niega a recibir los tratamientos no hay motivo para intentar que cambie el modo en el que se enfrenta a la situación. Esta negación es una manera de no aceptar la realidad. En la mayoría de las ocasiones pasado un tiempo, la actitud va cambiando hacia una visión más realista. 

 

¿Es normal que esté tan enfadado? 

La rabia es muy frecuente entre los enfermos. Algunos descargan esa ira en la familia o en los médicos. Están enfadados con la vida. Se muestran irascibles, intransigentes, exigentes,…Es una actitud comprensible, pero que mantenida en el tiempo no ayuda a nadie. Es importante que el enfermo se pueda desahogar pero igualmente importante es que no sea algo constante, por él y por el resto de la familia. Facilitar momentos para hablar y compartir y dejar al enfermo expresar sus miedos y preocupaciones es de mucha ayuda para todos. 

 

¿Es posible que esté tranquilo y sereno? 

Nadie está tranquilo siempre, pero se pueden hacer muchas cosas que ayudan a conseguir mayor nivel de serenidad. Tras un periodo inicial de adaptación, algunas personas son conscientes de que hay cosas que no dependen de ellos y las aceptan y mientras tanto se ocupan de las cosas que sí pueden hacer como descansar, alimentarse bien y cuidarse para recibir los tratamientos. Tienen una actitud activa y buscan soluciones según se van presentando las dificultades. Esta forma de afrontar la situación les ayuda a mantener un mejor estado de ánimo y una cierta tranquilidad. 

Sea cual sea la actitud de tu familiar, es importante que tengas presente que cada uno reacciona como puede, según su forma de ser y las circunstancias. Presionar en exceso en estos momentos para que cambie su forma de hacer frente a la situación proporciona un estrés añadido que no ayuda. Respeta su forma de reaccionar poniendo límites si es necesario y demuéstrale comprensión y apoyo y tu disposición para ayudarle en cada situación.

 

 

Hablar y compartir 

 

No hay manera de enfrentarse a las cosas si uno no habla claramente de ellas, pero sabemos que es difícil hablar de cáncer: lo es para el médico y mucho más para el paciente y sus familiares. Todos tienen miedos y preocupaciones y todos coinciden en el deseo de evitar sufrimiento a los demás.

 

En ocasiones, enfermo y familia no saben si es mejor hablar o no y de qué forma tratar el tema. A veces no se habla de la enfermedad ni de los tratamientos y con frecuencia no se comparten los miedos, no se expresa la tristeza, la preocupación o la rabia. Aunque la intención que hay detrás de estas actitudes sea la de proteger al enfermo, en general, no ayuda.

No hay recetas mágicas y es cierto que no siempre podemos afirmar que sea bueno dar información o compartir nuestras preocupaciones y sentimientos. Pero del mismo modo, tampoco es bueno ocultarlos o suavizarlos. Las necesidades reales del paciente en cada momento son las que deben determinar el tipo de apoyo. Por ello, es fundamental no dar por supuesto los deseos del enfermo y lo preferible es que le preguntes abiertamente.  

Las siguientes actitudes y habilidades pueden ayudar a conocer las necesidades del paciente y a propiciar un buen clima de confianza, facilitando la comunicación y el bienestar del enfermo.  

  • No tengas prisa. Hay que dar tiempo a que el enfermo asimile la situación que está viviendo.
  • Dedica un tiempo a observar, escuchar y comprender. De esta forma, podrás conocer qué es lo que sabe o piensa sobre lo que le está ocurriendo.
  • Permanece atento a lo que el enfermo quiere o necesita. Demuestra con la actitud, con la postura, con los gestos, que estás atento.
  • Escucha y comparte sus sentimientos y emociones. Sentir que los demás comprenden la situación supone un apoyo importante que ayuda a amortiguar las emociones negativas.
  • Respeta el silencio. Muestra respeto cuando el enfermo no quiera hablar y muestra disponibilidad cuando desee hacerlo. El silencio compartido transmite respeto a su dolor, a su deseo de permanecer callado en ese momento y facilita estar tranquilo y reposado.
  • Permite el llanto. El llanto actúa como válvula de escape y desahogo que permite que el enfermo se encuentre más sereno para afrontar el proceso de enfermedad.
  • No supongas, pregunta. “¿Cómo te encuentras hoy?” “¿Qué te preocupa?” Es importante no realizar preguntas que dirijan a la respuesta deseada, por ejemplo “¿te encuentras bien, verdad?”.
  • No impongas al enfermo lo que debe hacer. La imposición genera sentimientos contrarios.
  • No transmitas juicios de valor negativos: “No puedes continuar con esa actitud…”.
  • Evita las frases hechas: “hay que ser fuerte”, “esto no es nada, hay otros que están peor”, etc. La mayor parte de las veces suelen provocar incomodidad y malestar.
  • No interrumpas. En la mayoría de las ocasiones, el enfermo no busca soluciones, sino sentir el apoyo de los demás.
  • Anima a consultar con el médico todas aquellas dudas que puedan surgir.
  • Permanece tranquilo ante la ira. La rabia es una emoción muy frecuente en los enfermos. Aunque en algunos momentos esa irritación vaya dirigida hacia el cuidador, normalmente estas reacciones son descargas emocionales ante el estrés al que se ve sometido por el proceso de la enfermedad.

 Para manejar la situación del mejor modo posible: 

  • Déjale hablar. Ofrécele la oportunidad de que exprese su irritación. Escucha con serenidad, manteniendo una postura relajada y el contacto visual.
  • Espera a que se calme. No tengas prisa, poco a poco la rabia se debilita. Evita decir frases del tipo "Cálmate, escúchame.... no te pongas así, no es para tanto”, suelen ser frases provocadoras.
  • Evita ofrecer tus propios juicios acerca de lo que debería y no debería hacer, permite que se exprese sin censuras.
  • Una vez que la ira se haya desvanecido, muestra interés por el problema. Ayúdale a aclararlo o a buscar alternativas de solución.

 

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