Trato en la residencia Usera de Salamanca a pacientes oncológicos durante el estado de alarma

Hace 3 años

Primera entrega. In memoriam

A lo largo de varias entregas, iré contando el trato recibido por mi hermano, enfermo terminal de cáncer, en la residencia Usera de Salamanca con la esperanza, de que lo sucedido, no vuelva a repetirse jamás.

Por desgracia, el avanzado estado de su enfermedad (cáncer de tiroides con metástasis ósea y pulmonar), hizo que tuviera que pasar los últimos meses de su vida en una residencia, en concreto, en la residencia Usera de Salamanca. En pleno estado de alarma, el día 18 de mayo, tuvo que ser trasladado al Hospital Clínico de la ciudad. Enseguida me desplacé para acompañarle y me espanté cuando lo vi. Parecía un pordiosero. Estaba sin afeitar, con el pelo sin contar y, lo peor de todo, con las uñas tan largas que alguna de ellas estaba completamente partida. Dado que el aparatito que se pone en los dedos para mediar la saturación no funcionaba por culpa de esas uñas, largas y rotas, por indicación médica, yo misma se las corté. Hacerlo, no me llevó mucho tiempo. Asearle tampoco resultó ser una tarea demasiado complicada. 

Me siento en la obligación de contar cómo encontré a mi hermano tras el tiempo de confinamiento porque puede ser un indicio, quizás revelador, de la atención que pueden haber recibido las personas que viven en esta residencia (y puede que en las del resto del grupo Idea a las que pertenece) durante el confinamiento. 

Este sólo es el inicio de una larga pesadilla

Hace 3 años

Gracias. Seguiré contando lo ocurrido y, para que no vuelva a pasaralgo semejante, pido tu ayuda, seas quien seas, para darle difusión. Gracias por leer mi comentario

Hace 3 años

Retomo el relato donde lo dejé. No he podido hacerlo hasta ahora. El luto y el dolor me lo han impedido Después de pasar una semana en el Clínico y ser trasladado al hospital de paliativos, es decir, a los Montalvos de Salamanca, mi hermano "fue devuelto" a la residencia Usera, donde nunca debería haber regresado. El trato que recibió en dicho hospital fue maravilloso, pero siempre hay un garbanzo negro y la médico que le atendió, Nuria, nos comunicó que allí se iba a morir, que aquello no era un hospital de larga estancia (no llegó a estar dos semanas ingresado en ese centro; con la COVID están meses). Mi hermano, que, a su modo, fue algo rebelde en su juventud, no obedeció al instante y aún tardó una semana más en acurrucarse en el regazo de la muerte. Entretanto, siempre la misma médico, decidió ponerle una PEG, provocándole enorme sufrimiento y dolor. Ya comía muy poco y se tardaba mucho en procurarle el alimento. Con la PEG, nutrirlo se volvió infinitamente más rápido. Él sólo aceptó ponerse dicho artilugio para retrasar la vuelta a la residencia. No hubo compasión y el jueves, día 11 de junio, por la tarde, fue trasladado a la residencia Usera. El viernes era fiesta en Salamanca. Hasta el lunes, día 15, ningún médico volvió a ver a mi hermano. Da igual la gravedad de los residentes. Ni los días de fiesta ni los fines de semana, hay médico en la residencia. Al llegar a ella, Adela, la encargada del centro, no quiso escuchar las recomendaciones que nos habían dado en el hospital. Con la dureza y rotundidad que la caracterizan, alegó que allí tenían sus normas y que, según ellas, usarían la maldita PEG. Así lo hicieron hasta que el día 17 de junio, mi hermano, por fin, consiguió ser trasladado al Clínico (lo pedía con insistencia). Esa misma noche, falleció. Cómo fue atendido, o mejor dicho, las deficiencias en la atención que sufrió en dicha residencia, lo contaré en el próximo mensaje.

Hace 3 años

lamento lo vivido y que no hayan tratado de forma digna a tu hermano, mucho ánimo y gracias por compartir tu historia, ojalá que no se repita