Atención psicológica a la persona enferma

La atención psicológica tiene como objetivo, acompañar, minimizar y canalizar el impacto psicológico que produce esta fase de la enfermedad y el propio proceso de morir. 

La intervención psicológica tiene como objetivo específico minimizar o canalizar el impacto psicológico que produce esta situación.

Índice de contenidos:

Los principales desencadenantes del impacto emocional y del sufrimiento están relacionados con:

  • Percepción de la muerte como evento próximo e inevitable.
  • Factores físicos/funcionales como el dolor, el mal control de síntomas, deterioro general (debilidad, pérdida de peso, anorexia…) o perdida de la autonomía.
  • Factores sociales y relacionales: soledad, aislamiento, soporte familiar inadecuado, pacto de silencio, falta de comunicación, etc.
  • Pérdidas de rol (social, familiar y laboral) y de control sobre su situación.
  • Cambios de imagen, hábitos cotidianos, afectos, espacio y lugares.
  • Factores espirituales: crisis de creencias, de valores, balance negativo de la vida, incertidumbre trascendental… 
  • Preocupación por sus familiares y su futuro tras su muerte. 
  • La información recibida.

¿Qué necesidades tiene una persona al final de la vida?

Cuando una persona se encuentra en una situación avanzada de enfermedad, tiene una serie de necesidades psicológicas. Algunas de están necesidad son desahogo, expresar cómo se siente, aceptar lo que le está ocurriendo, hablar y compartir con sus seres queridos como se encuentra, resolver algunos asuntos personales,…

Además, en esta situación, la persona enferma tiene una serie de preocupaciones y emociones que también deberán ser atendidas.

Preocupaciones

La persona enferma desde el inicio se enfrenta a la pérdida del estado de salud y todas las demás perdidas asociadas: autonomía, funcionalidad, identidad, proyectos, roles, aficiones, vida social, junto con la última gran pérdida: la de la propia vida. 

Es usual que las personas enfermas estén preocupadas por sus familiares y su futuro. Entre las preocupaciones más frecuentes se encuentran: el miedo de convertirse en una carga para ellos, así como aceptar la pérdida de autonomía para realizar actividades que antes podían llevar a cabo sin necesidad de los demás, como el aseo o alimentarse. 

En estas fases de la enfermedad, las personas enfermas también pueden tener miedo al dolor, al sufrimiento o a los cambios físicos. Junto con el equipo médico y de enfermería, el equipo de psicología fomentará que exista una información adecuada y adaptada a sus necesidades, ayudando a manejar aquellos aspectos psicológicos asociados a estas dificultades.

Emociones

Es normal que aparezcan una serie de emociones y sentimientos como miedo, ansiedad, tristeza, pérdida de control de la situación o desesperanza. Todas ellas son normales y pueden estar presentes con diferentes niveles de intensidad, teniendo distintos grados de impacto en la persona, llegando incluso a ser incapacitantes en los casos más complejos. 

La ansiedad surge como una respuesta ante una amenaza a la propia sensación de integridad, coherencia y continuidad de la persona, en ese caso, ante la propia enfermedad que amenaza a la continuidad de la vida de forma directa. Es el sentimiento más frecuente, ya que la persona enferma empieza a ser consciente no solo de la finitud de su vida, si no de la proximidad del fin de esta. Algo que genera mucha angustia psicológica en la persona enferma es la imprevisibilidad de los síntomas dado que limitan su capacidad de planificación y ajuste a su vida diaria, como ocurre con el dolor. 

La tristeza también es una emoción habitual, que por lo general aparece ante la perdida de algo significativo. Favorece la reflexión y la introspección, pero puede derivar en aislamiento social si ésta se da de forma persistente.

Por último, el miedo, es una de las emociones que más presente está en estos momentos de la enfermedad, especialmente el miedo a la propia muerte.  Para su abordaje y manejo, el profesional de la psicología tendrá un papel fundamental acompañando a la persona enferma, realizando un recorrido por lo que ha sido su vida, el legado que ha generado y dando sentido a su vivencia desde sus valores.

Necesidades espirituales

En una situación de final de vida la persona enferma puede plantearse diferentes preguntas sobre sus creencias y su transcendencia vital.  Puede ocurrir que de repente tome conciencia real de la finitud de su vida y le surjan preguntas como: ¿Ahora que va a pasar? ¿Cuáles son mis creencias? Generándole incertidumbre y miedo ante lo desconocido. 

La persona enferma se replantea sus creencias sobre la vida y la muerte, sobre el “más allá” y que será de ella cuando su cuerpo muera. Es posible que este planteamiento genere mucho miedo e inquietud, ya que puede que no se lo hubiera preguntado nunca. A media que toma conciencia sobre el avance de la enfermedad, también es más consciente de la finitud de su vida. 

¿Cómo ayuda el equipo de psicología a la persona al final de la vida?

El objetivo principal del equipo de profesionales será facilitar el proceso de adaptación y minimizar o canalizar el impacto psicológico que produce esta situación.

El profesional de la psicología evalúa el sufrimiento emocional que presenta la persona que está pasado por este proceso, tratando de disminuir su intensidad. Le ayuda a gestionar las reacciones emocionales desadaptativas como la tristeza, la ansiedad, la hostilidad, etc., a manejar aspectos psicológicos de síntomas físicos como el dolor, las náuseas, disnea, así como el miedo a la muerte, la problemática psicológica previa a la enfermedad, etc. Intenta ayudar a que la persona enferma pueda dar sentido desde sus valores, a su experiencia de sufrimiento, en el proceso de final de vida. 

También ayuda a la persona a elaborar sus creencias de forma que éstas estén relacionadas con la nueva situación que está viviendo, para que le aporten una mayor serenidad. Con el fin de ayudarla a que pueda transcender, trabajará la toma de conciencia de lo que ha vivido, lo que ha creado, la huella que ha dejado en sus seres queridos elaborando así su legado. Para ello utilizará algunas habilidades como la escucha activa, la presencia y la compasión.

En resumen, ayuda al paciente movilizando sus propios recursos para hacer frente a las amenazas que van surgiendo ante el proceso de final de vida y minimizando el sufrimiento innecesario. 

Respecto a las necesidades espirituales de la persona enferma el trabajo del psicólogo consistirá en ofrecer un espacio de desahogo donde la persona enferma pueda expresar sus emociones, necesidades y percepciones de pérdida, así como reforzar y desarrollar herramientas que le permitan gestionarlas de forma más adaptativa. Estas intervenciones estarán basadas en la confianza, seguridad y respeto hacia sus deseos.

Sin la intervención del profesional de la psicología:

  • Existiría un mayor sufrimiento de los enfermos y los familiares, así como de los propios profesionales.
  • Se dificultaría el control de otros síntomas.
  • Se dificultaría la consecución del objetivo principal de los cuidados paliativos, que es el bienestar de los enfermos y sus familias, facilitando que estos mueran en paz.
  • No se realizaría una atención integral de los pacientes.
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