Puede que el paciente esté ingresado o que se encuentre en el domicilio, pero tú sabes que el final se acerca. Puede ser que que sientas muchas emociones, diversas y fluctuantes y que tengas que hacer frente a dudas e incertidumbres. Es importante que pidas ayuda a los profesionales sanitarios que te podrán asesorar sobre aspectos prácticos y apoyo a otros familiares para compartir estos duros momentos.
Es normal que tengas miedo ante la muerte de tu familiar. Puede que te asuste el momento del fallecimiento: ¿qué pasará?, ¿estaré solo con él?, ¿vendrá el equipo médico?, ¿seré capaz de hacer frente a esa situación?, ¿cómo me daré cuenta de que el momento ha llegado?, ¿qué síntomas tendrá el paciente?. También puede que te genere temor el después, el proceso de duelo, el papeleo, la ausencia de tu familiar o ser querido, la soledad…
Es probable que te ayude compartir tus miedos y preocupaciones con tus seres queridos y los profesionales que atienden al paciente para que puedan acompañarte en estos momentos y te apoyen en todo aquello que necesites.
Despedirse de una persona a la que se quiere, aceptar la pérdida y asumir su ausencia genera mucho dolor. Probablemente vayas a enfrentarte a una de las situaciones más tristes de tu vida. Es normal que tengas momentos en los que sientas que ese dolor no va a pasar nunca, que tu vida jamás volverá a ser igual y que no podrás sobreponerte a la pérdida. Puede que en estos días te asalten numerosos recuerdos relacionados con tu ser querido y que la tristeza te paralice. Intenta buscar momentos para el desahogo, llora si lo necesitas, habla con alguien de ello.
Pasa tiempo con el paciente, habla con él, dile todo aquello que deseas transmitirle, abrázale, acaríciale, bésale.
La rabia es otra de las emociones más frecuentes que puedes sentir. Es normal que te parezca injusto que tu ser querido vaya a fallecer, que estés irritable y enfadado con todo el mundo o que te sientas incomprendido. Puede ocurrir que pierdas los nervios con las personas que más quieres o que más cerca están y que esto te genere un gran malestar. Habla con ellas, cuéntales cómo te sientes y comparte tus sentimientos.
Esta es otra de las emociones más frecuentes que aparecen en los familiares. La culpa puede ser más generalizada o aparecer ante situaciones concretas de esta fase final.
La sensación de culpabilidad generalizada suele estar relacionada con experiencias pasadas vividas con el paciente. Tener la sensación de haber podido comportarse de manera diferente a lo largo de la vida compartida con él, recordar algún episodio del que nos arrepintamos, pensar en no haber sido un buen marido, una buena esposa, un buen hijo, un buen amigo…
La sensación de culpabilidad más concreta puede aparecer al no querer abandonar ni un minuto la habitación del paciente, al pensar en haber podido hacer más, en cuidarle mejor, en acompañarle en todo momento , etc.
También puede generar culpabilidad el hecho de no haber informado al paciente de la proximidad de la muerte, de haberle engañado sobre su estado de salud. Como este es un tema muy difícil de abordar, te sugerimos que lo consultes con los profesionales adecuados.
Puedes manejar la culpa hablando con tu ser querido, pidiéndole perdón si crees que debes hacerlo y preguntándole de qué manera le puedes ayudar en estos momentos.
Si has tenido ocasión de hablar con tu familiar de la proximidad de la muerte, si habéis conversado sobre vuestra vida en común, si habéis concretado los aspectos que le podían preocupar, es probable que, poco a poco, vayas teniendo más momentos de serenidad.
Aceptar que todos vamos a morir y que puedes acompañar a tu ser querido en el final de su vida puede resultarte reconfortante si sabes que cuentas con los apoyos necesarios.
Conocer qué puedes hacer en la agonía también puede tranquilizarte. En el caso de que en ese momento estés con el paciente, y la situación lo permita, te sugerimos lo siguiente: háblale bajito (aunque no entienda lo que le dices, le tranquilizará reconocer tu tono de voz y percibirá que es una voz conocida), acaríciale, tócale (el tacto es el sentido más importante para transmitir cercanía), acércate para que pueda percibir tu olor (no cambies de perfume en estos días, mantén el de siempre). Aunque las funciones cognitivas superiores de tu ser querido ya no estén activas, sí lo están las partes del cerebro relacionadas con las funciones vitales y la sensación de seguridad.
Es normal que sientas todas estas emociones, pero si crees que un especialista puede hacer que pases este proceso con un menor sufrimiento, no lo dudes, busca ayuda. En la AECC ponemos a tu disposición un servicio de atención psicológica gratuito en el que psicólogos especialistas valorarán tu situación y plantearán la atención que mejor se ajuste a tu caso. Puedes contactar con nosotros solicitando cita en la sede de tu provincia , llamando a Infocáncer (900 100 036) o a través de nuestro consultorio online.